En estos tiempos en que buscamos sistemas productivos sostenibles, respetuosos con el medio e integrados en la naturaleza, deberíamos acordarnos de la dehesa. No existe un modo mejor de aprovechamiento agropecuario. Su origen es muy antiguo, y la extremeña se forma a partir del bosque mediterráneo de encinas o alcornoques, en su mayor parte.
La dehesa se forma limpiando de matorral este bosque, cortando algunos árboles y dejando ejemplares sanos y robustos suficientes para que el ganado pueda alimentarse de sus bellotas. El suelo se cubre de pastizal y en algunos casos también se cultiva. No se entiende por qué no es Patrimonio de la Humanidad.
Este modo de sacar producto de la tierra es sostenible porque mantiene el bosque. Las especies de fauna salvaje siguen coexistiendo con la ganadería vacuna o porcina, que suele ser la más habitual. Un claro ejemplo de esta coexistencia es la simbiosis entre la garcilla bueyera y el animal vacuno: la primera le libra de insectos, mientras que el segundo le proporciona protección. Es más, este ganado que vive en la dehesa lo hace con la libertad suficiente para que su crianza sea considerada natural. El ejemplo más claro es que el ganado bravo es casi salvaje, aunque el mayoral se encargue de apartarlos por sexo y edad, principalmente para evitar enfrentamientos que diezmarían la población.
Una preciosa imagen invernal se aprecia al observar en una mañana de neblina los pastizales verdes y, en la distancia, los toros pastando, o escuchar sus mugidos vaporosos mientras algunos enfrentan sus astas para medir sus fuerzas. Una estampa que recuerda las llanuras africanas, en las que los grandes animales salvajes son los protagonistas. El toro bravo es para muchos el animal más bello que la naturaleza ha dado, también es el símbolo de la nobleza, el poder, etc. Hasta nuestra tierra se le denomina “Piel de Toro”. Una bonita estampa es verlos allí, en su entorno, en la Milla de Oro de la Dehesa Extremeña cerca de Táliga, llamada así porque hay muchas dehesas dedicadas al toro de lidia, entre las que destaca la de “Los Espartales”, porque se puede visitar y ver de cerca los toros desde la “barrera” del remolque o el todoterreno. Después, como sus dueños son los mismos del hotel Río Badajoz, te ofrecen la gastronomía típica extremeña para disfrutar del buen vino tinto de Ribera de Guadiana, los quesos o el jamón y embutidos ibéricos, éstos últimos los producen allí mismo.
El caso del cerdo ibérico es similar al del ganado bravo, y su cría puede ser fundamentalmente de tres tipos: si no come bellota y se alimenta solamente de piensos es el que se llama de cebo; el de recebo se alimenta de pienso y bellota; y, por fin, el jamón de bellota es el que produce el cerdo que solamente se ha alimentado de bellota y pasto de la dehesa. Pero en la crianza de un cerdo ibérico, como éste es tan voraz, su alimentación con el producto natural necesita de la producción de bellota de, más o menos, una hectárea de dehesa. Así que se considera de bellota el que es alimentado al menos con la mitad de su comida con bellotas. Si bonito es ver correr a los toros, ver los cerdos allí es algo más que bonito: es entrañable.
Los días invernales son cortos y, después de haber visto un maravilloso atardecer en la dehesa, lo ideal es acercarse a pasear y cenar a un pueblo con encanto como Olivenza, el más portugués de los pueblos españoles. Perteneció a Portugal durante unos 500 años, de 1297 a 1801 salvo 11 años en el S.XVII en que fue española, y aún hoy los más ancianos hablan el portugués. Recorrer sus calles es un placer porque aún conserva dos de los cuatro recintos amurallados, el más antiguo y más completo de origen medieval y el más moderno, una fortificación del S.XVII. La torre del castillo medieval, de 36 metros de altura, es la atalaya desde la que se divisa todo el municipio y, al lado, en el castillo está el Museo Etnográfico Extremeño González Santana, una visita obligada para ver las imágenes tradicionales de la vida del lugar, sus aperos, sus oficios, etc.
El mejor recuerdo que nos podemos traer de Olivenza es una botella de buen vino de Ribera de Guadiana y un postre riquísimo como es el típico técula mécula, en fin, la gastronomía típica siempre es el mejor souvenir. Unos días después de regresar del viaje abrimos esos recuerdos y los tomamos; recordar los lugares que nos han gustado disfrutando de sus sabores es el mejor regalo para empezar el año…